La
edad avanzada se ha reconocido como la variable de riesgo individual
con mayor valor predictivo para el desarrollo de la EP. Por otro
lado, en la última década del siglo XX hemos asistido a una
revolución en la longevidad como nunca antes se vio en el transcurso
de la historia de la humanidad. Esto, sumado a la edad promedio de
inicio de los síntomas de la enfermedad hacia la sexta década de la
vida, determina que más de la mitad de los pacientes diagnosticados
con EP se categoricen como ancianos de acuerdo con la definición de
persona anciana de la Organización Mundial de la Salud. Un número
significativo de estos pacientes y la mayoría de los diagnosticados
antes de los 65 años sobrevivirán hasta una edad avanzada. En
conclusión, podemos decir que la EP es una patología que prevalece
en un grupo etario que cada vez adquiere mayor importancia dentro de
la pirámide poblacional del mundo occidental y en consecuencia es de
esperar que su manejo genere un impacto significativo sobre el
sistema de salud y sus costos.
¿Cuáles
son los aspectos que debemos tener en cuenta cuando nos enfrentamos a
un paciente anciano con EP?
En
primer término, los pacientes ancianos presentan algunas
características que condicionan el tratamiento de cualquier
patología crónica, entre las cuales se cuentan:
1.-
Cambios fisiológicos en la composición corporal y en la función de
diversos órganos vinculados con la edad que generan alteraciones en
la farmacocinética de los medicamentos y un espectro y una
frecuencia determinados de efectos colaterales que no se ven en
pacientes más jóvenes y obligan a ciertas consideraciones
terapéuticas a la hora de indicar el tratamiento.
2.-
Presencia de comorbilidades.
3.-
En relación con el punto anterior, suelen ser pacientes
polimedicados con alta probabilidad de interacciones farmacológicas.
En
lo que respecta al paciente anciano con EP en particular, la
coexistencia frecuente de lesiones cerebrales fuera del sistema
dopaminérgico determinan la aparición de síntomas agregados, tanto
motores como no motores.
- Características clínicas de la enfermedad de Parkinson
Existe
evidencia que señala que la edad avanzada repercute de manera
significativa en la forma de presentación clínica, evolución,
complicaciones y respuesta al tratamiento de pacientes con EP.
Numerosos factores pueden influir en el fenotipo clínico de la EP en
el paciente anciano, a saber:
- Las manifestaciones clínicas del envejecimiento normal.
- Cormorbilidades frecuentes.
- Pérdida de la eficacia terapeútica debido a factores farmacológicos relacionados con la edad.
- Una prevalencia mayor de lesiones con dopaminérgicos, las cuales se asocian con síntomas motores resistentes a la terapia dopaminérgica.
Todos
estos factores determinan la existencia de diferencias claramente
identificables en la forma clínica que adopta la EP en pacientes
ancianos en comparación con la que puede observarse en pacientes
jóvenes o de mediana edad, aun cuando tengan el mismo tiempo de
evolución de la enfermedad.
La
EP de inicio en el paciente anciano se caracteriza clínicamente por
la predominancia de síntomas axiales desde su comienzo. Los síntomas
motores en el anciano tienden a mejorar menos con tratamiento
dopaminérgico y esto está dado por un puntaje residual mayor en los
ítems referidos al compromiso axial, bradicinesia y rigidez. Los
síntomas motores en el EP tienden a progresar con más rapidez y a
causar más discapacidad en los pacientes añosos que en los de menor
edad a igual tiempo de evolución de la enfermedad. Por otro lado,
los pacientes ancianos desarrollan fluctuaciones motoras y
discinesias con menor frecuencia, más tardíamente y menos
discapacitantes que los pacientes más jóvenes.
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